Todo estaba saliendo perfecto, el ballet
había sido mágico tal y como ella lo había predicho, durante la función pudo ver el brillo en sus ojos, era obvio que
él lo había disfrutado mucho.
Justo en ese momento estaban entrando a un bar, todo estaba en penumbra, sin embargo, cada mesa tenía una vela vieja que le daba un aire de romance y misterio, él estaba muy emocionado de probar el pulque y ella estaba emocionada sólo por saber que él estaba ahí. Karen había estado planeado esa cita con un mes de anticipación, había pensado cada detalle y por supuesto eso incluía el aire de quien se deja llevar para que todo pareciera espontáneo.
Tenía delante de si un pulque sabor a coco con canela, lo tomó con cautela y le dio el primer sorbo, para su sorpresa realmente le gustó el sabor, después subió la mirada y ahí estaba él con sus ojos negros fijos en ella, su piel aceituna tersa y sin imperfecciones, su sonrisa perfecta, blanca, cálida y auténtica, su rostro inundado de ese aire entre intelectual y misterioso que la volvía loca. Inconscientemente sonreía, pero no por nervios o cortesía, sonreía de oreja a oreja porque no podía imaginar nada más perfecto que estar ahí en ese momento y lugar, levantó su mano y tomó un mechón de su cabello que luego coloco detrás de su oreja, le dedicó una mirada profunda llena de deseo, de amor, de locura, pero sobre todo de esperanza, esperanza de que ese día por primera vez él la viera de la misma forma que ella lo veía a él. De pronto el sonido de su voz la trajo de vuelta a la realidad.
Justo en ese momento estaban entrando a un bar, todo estaba en penumbra, sin embargo, cada mesa tenía una vela vieja que le daba un aire de romance y misterio, él estaba muy emocionado de probar el pulque y ella estaba emocionada sólo por saber que él estaba ahí. Karen había estado planeado esa cita con un mes de anticipación, había pensado cada detalle y por supuesto eso incluía el aire de quien se deja llevar para que todo pareciera espontáneo.
Tenía delante de si un pulque sabor a coco con canela, lo tomó con cautela y le dio el primer sorbo, para su sorpresa realmente le gustó el sabor, después subió la mirada y ahí estaba él con sus ojos negros fijos en ella, su piel aceituna tersa y sin imperfecciones, su sonrisa perfecta, blanca, cálida y auténtica, su rostro inundado de ese aire entre intelectual y misterioso que la volvía loca. Inconscientemente sonreía, pero no por nervios o cortesía, sonreía de oreja a oreja porque no podía imaginar nada más perfecto que estar ahí en ese momento y lugar, levantó su mano y tomó un mechón de su cabello que luego coloco detrás de su oreja, le dedicó una mirada profunda llena de deseo, de amor, de locura, pero sobre todo de esperanza, esperanza de que ese día por primera vez él la viera de la misma forma que ella lo veía a él. De pronto el sonido de su voz la trajo de vuelta a la realidad.
-¿Quieres saber algo que me pasó? Estoy muy impactado y me gustaría hablar de eso
- Por supuesto, puedes decirme lo que sea- sonrió, pero por dentro hizo un esfuerzo sobrehumano para contener su emoción
-No sé si debería decírtelo, es sobre una mujer, ¿Estas segura de que lo quieres escuchar?
-Que dices, ¿porque no querría escucharlo? -Su corazón se detuvo, supo que quería hablar de ella, algo se rompió en su interior y la única razón por la que la sonrisa no se borró de su rostro fue que sonreír le era demasiado natural, casi automático
-No lo sé, podrías tener tus razones y yo lo entendería
- De que hablas, cuéntamelo ya- Karen bajo rápidamente su mano y comenzó a ahorcar sus dedos debajo de la mesa en un intento fallido de provocarse a si misma un dolor físico más grande que distrajera su mente del dolor real.
-Esta bien, estuve hablando con Diana, de la que ya te había contado, ¿la recuerdas?, bueno pues descubrí que no tiene novio- Claro que la recordaba.
-Y ¿qué quieres hacer?- Karen tomo el tarro de pulque y cubrió su cara, fue sólo un segundo pero el suspiro que dejó ir llevaba toda la emoción que estaba a punto de desbordar a través de sus ojos, luego le dio un sorbo más grande del que hubiera dado de forma normal, cerró los ojos y busco fuerzas en su interior para continuar y mantener la cordura.
-Pues no lo sé, estoy confundido, ¿alguna vez te dije que ella es lo más parecido a mi alma gemela que he conocido?
-No, no lo recuerdo- para ese momento lo poco que quedaba de su corazón estaba completamente destrozado, tomo otro sorbo de pulque porque necesitaba otra bocanada de aire para sobrevivir, después casi encaja sus uñas en la piel de su mano y pensó todas las excusas probables para poder salir de ahí cuanto antes, pero no pudo moverse ni un centímetro, esa era la clase de pláticas que debía enfrentar
-Si, ella es todo Lo que siempre he buscado en una mujer.
-¿Es por ella que no sabes si vas a ver a tus amigos este fin de semana? ¿Quieres Invitarla a salir? - sus ojos estaban tan pendientes de él que no pudo evitar notar que la estaba viendo, pero viendo de verdad, escrutando su alma.
Entre el tercer trago de pulque y un
suspiro que duró la eternidad Karen entendió que estaba presenciando la mirada
de alguien que la veía sólo como amiga y confidente. No pudo evitar preguntarse
si esta vez había sido como todas las demás ¿el coqueteo y la intimidad habían
estado solamente en su cabeza?, ¿Todo el tiempo que pasaron juntos no fue
suficiente?, quizá el problema era que ella no era suficiente, saberse tonta
una vez más dolió.
-No es por ella, sin embargo, quizá es algo que tengo que pensar
Ni siquiera pudo decir algo más, estaba cubierta de tristeza y desesperanza, pesaban tanto que tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para levantarse de la mesa e ir al baño. Se vio al espejo 5 min y vio en ella todo lo que él no había podido ver, y también vio todo lo que no era y nunca iba a ser. Antes de volver a la mesa, lo observó desde lejos, y sonrió, porque quizá si era una tonta, pero seguiría siéndolo muy a su pesar, porque lo que si no podía evitar eran las reacciones de su cuerpo al verlo.
De Regreso a la mesa dejó de escuchar la conversación
y se limitó a asentir y guardar sus energías para evitar llorar. Sus labios
estaban tan cerca que dolía. Y ahí en el lugar que había pensado como el
parteaguas de su vida se dio cuenta de que nada pasaba y nada iba a pasar. Eran
sólo amigos, otra vez.