lunes, 26 de marzo de 2012

La cajita azul

Hace mucho que camino sin un rumbo fijo, justo ahora siento un nudo en la garganta que hace un vórtice con mi estómago y llega hasta mi espalda, me siento cansada, no quiero seguir, no ha sido un mal día pero tampoco ha sido un buen día, siento el hormigueo del desazón, el fastidio en mis sienes, los ojos cansados, y por encima de todo siento una rabia inmensa.
Siempre creí viviría intensamente y que no desperdiciaría ni un minuto, que vendría a este mundo a dejar huella, a hacer algo grande, pero el tiempo siempre pasa, con el ritmo habitual, cada vez más rápido, y aun no he hecho nada que valga la pena, me siento avergonzada, es imposible contener el llanto a mares.
Un día como siempre andando por la vida sorprendo una pequeña luz que se asoma en la lejanía y encuentro sepultado en el fondo de el laberinto en el que he convertido mi mente una cajita azul, tan pequeña que aunque había estado allí todo el tiempo había pasado inadvertida, me acerco temerosa, el azul brillante me produce una sensación de bienestar y adrenalina familiares pero casi olvidados, al tacto se siente frío y suave, recorro los bordes con la esperanza de que ese momento se alargue un poco más, encuentro la ranura que descubre el secreto del fondo, se me hace un hueco en el estómago, me digo a mi misma que realmente a esas alturas no tengo mucho que perder así que tomo la hendidura con delicadeza, entrecierro los ojos y con la piel chinita de por la emoción lentamente la abro, del fondo salta una luz inmensa, brillante, cálida, apenas puedo mantener mis ojos abiertos porque la luz lastima, no puedo tocarla pero puedo sentir su abrazo en mi alma, siento lleno todo lo que siempre estuvo vació, una repentina felicidad me invade, sonrio.
Todo ha pasado tan rápido que apenas tengo un fugaz recuerdo de la bella luz, mí alrededor sigue siendo gris, excepto por la cajita azul que descansa unos metros delante de mí, todo se ve igual pero se siente diferente. Sigo caminando en la misma dirección pero mi propósito no es el mismo, ahora estoy convencida de que vale la pena vivir tan solo para al final del camino convertirme en una cajita verde que dé su último rayo de luz a un alma necesitada de vida que me dé por único pago la sonrisa por la que todo el esfuerzo habrá valido la pena.